viernes, 21 de abril de 2023

LA MANSIÓN

La mansión era enorme y tenebrosa. Pasé mi infancia en ella junto a mis padres hasta que un día, misteriosamente, murieron. Desde entonces viví solo, atrapado entre sus frías paredes. 


La casa parecía tener vida propia. Las puertas se cerraban con un golpe sordo, los pasos resonaban en las escaleras cuando no había nadie, las luces se encendían y apagaban solas. La mansión me observaba y parecía reírse de mí con cada uno de sus suspiros. 


Algunos objetos de la casa eran especialmente familiares, como si fuesen viejos conocidos que se burlasen de mí. El espejo del pasillo reflejaba a veces rostros extraños. La lámpara del comedor parpadeaba como si tuviese un ojo vigilante. La alfombra del salón tenía extrañas formas y figuras enlazadas. 


Todos aquellos objetos guardaban secretos que estaba decidido a descubrir. Exploré cada rincón de la mansión, descubriendo antiguos pasadizos ocultos y viejas cartas olvidadas. Encontré pistas de una tragedia olvidada y de mentiras que se habían arraigado en las paredes con el paso del tiempo. 


Mientras desentrañaba aquellos secretos, fui comprendiendo la brutal verdad. Mis padres no habían muerto accidentalmente. La mansión los había asesinado, con sus puertas que se cerraban solas y sus luces que se encendían sin razón. Yo era la próxima víctima. 


La mansión hubiera acabado conmigo de no ser por aquellos secretos que descubrí a tiempo. Susurros de voces antiguas me advirtieron del peligro y me permitieron escapar justo a tiempo. Aunque la mansión intentó retenerme dentro para siempre, por fin se me concedió la libertad. La mansión se quedó con sus oscuros secretos, condenada a eternos suspiros y risas fantasmagóricas.

Aquí continúa el cuento:


Escapé de la mansión, pero sus secretos no podían abandonarme. Ahora vivía atormentado por las voces del pasado y las sombras de terror que se cernían sobre mí. 


Cada noche, en sueños, volvía a la mansión. Exploraba sus pasillos en la oscuridad, buscando respuestas que no encontraría nunca. En mis pesadillas, los objetos cobraban vida y me perseguían, tratando de arrastrarme de nuevo a su interior para encerrarme para siempre.


A pesar de haber escapado, sentía que una parte de mí permanecía atrapada en aquella mansión maldita. Su hechizo era imposible de romper. 


Pasaron los años, pero la mansión continuó atormentándome. Ninguna noche de sueño estuvo exenta de sus murmuros y sus suspiros. Ningún día pude olvidar sus secretos y la tragedia que se escondía tras sus paredes. 


Hasta que un día, descubrí la única forma de liberarme. No podía destruir la mansión, pues ella ya era parte de mí, pero sí podía sellarla. 


Regresé a ella con todo el valor que pude reunir. Exploré de nuevo sus pasillos en busca de pistas y rearmándome con los recuerdos de mis anteriores exploraciones. Encontré aquello que había estado buscando todo el tiempo: la clave para sellarla y encerrarla en un hechizo eterno. 


Cuando activé el hechizo, la mansión pareciógemir y protestar, pero no pudo evitar quedar atrapada y aislada del mundo. Sus voces se apagaron y por fin obtuve la libertad que tanto ansiaba. 


La mansión permanecería sellada e inaccesible para siempre. Aunque sus secretos me perseguirían aún en sueños, al menos ya no podría volver a amenazarme cuando despertaba. La oscuridad de la noche ya no me parecía tan profunda. La soledad ya no me asfixiaba. La libertad había sido mía al fin.

Aquí continúa el cuento con un final inesperado:


Durante años, viví en paz sabiendo que la mansión estaba sellada y no podía alcanzarme. Mis pesadillas se volvieron más esporádicas y menos terroríficas con el tiempo. 


El día en que creí tenerla olvidada por completo, recibí una extraña carta. Estaba escrita con una caligrafía antigua y familiar, y el remitente era mi propio nombre. 


La carta decía: "Ve a la mansión esta noche. Ya ha llegado la hora de regresar a casa". 


Me quedé estupefacto. ¿Cómo era posible? La mansión estaba sellada. Sus secretos no podían escapar. 


Sin embargo, algo me impulsó a acudir a la cita. Era como si una fuerza mayor me empujase hacia allí, más allá de mi voluntad. 


Mi corazón se hundió al ver la mansión de nuevo ante mí, más grande y tenebrosa que nunca. Su hechizo se había roto. Las luces parpadeaban en las ventanas y las sombras danzaban en su interior. 


Las voces resonaron a mi alrededor, risas cargadas de malicia y reproche. Los objetos cobraban vida, susurrando amenazas en mi oído. 


La mansión me había estado esperando todo este tiempo. Su hechizo solo había sido un truco, una trampa para ver si regresaba a ella. Y lo hice. 


Las puertas se cerraron a mis espaladas con un golpe sordo. Estaba atrapado de nuevo para siempre. El ciclo se había cerrado, y la mansión se avengaría cruelmente de mí por haberme atrevido a engañarla.


Susurros de triunfo y maldad susurraron a mi alrededor mientras la mansión cerraba su abrazo helado alrededor de mí en la oscuridad eterna.

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